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jueves, 26 de enero de 2012

Reseña sobre un Taller Introductorio de T.O (Nito)

En esta reseña en primera persona, nuestro voluntario Nito Wolff nos cuenta su primer contacto con la técnica de Teatro del Oprimido en Xela. 
A disfrutarla y a seguir compartiendo nuestra cobertura colaborativa!


Me asigné como voluntario para tomar fotos en un taller introductorio de Teatro del Oprimido impartido por Luis Benítez, de Colombia, que se desarrolló el sábado 21 de enero en las instalaciones de la Asociación Mujer Tejedora del Desarrollo (AMUTED), Quetzaltenango. A Luis, o Lucho como él prefiere que lo llamen, lo acompañaban dos asistentes: Anne Becker de Alemania, y Said, también de Colombia. El taller estaba dirigido a 24 mujeres, entre 17 y 30 años de edad, con formación social, jurídica y psicológica para la atención de víctimas de la violencia familiar. Al llegar a AMUTED nos dieron la grata sorpresa de que además de las 24 participantes, alrededor de 12 niños y niñas de entre 8 y 14 años también nos acompañarían. Lucho se presentó ante todos diciendo “acá venimos a jugar y a actuar, todos tenemos esa capacidad, así que les pido el favor que despejemos el salón, nos desprendamos de nuestras pertenencias y nos pongamos de pie”. Entonces el grupo formó un círculo tomándose de las manos (la mano izquierda recibe, la derecha otorga), y a manera de presentación, cada participante rompía el círculo y se dirigía hacia el centro mientras mencionaba su nombre haciendo uso de cualquier movimiento exagerado para luego ser emulado por los demás. Luego llegaron los juegos de palmadas, los de sonidos verbales, los de confianza en el prójimo, los de imitación a monstruos feroces, y una lista tan variada que de mencionarlos todos me extendería demasiado.


Era evidente que muchos de los participantes eran tímidos, pero a medida que el taller avanzaba, el grupo comenzó a acumular una fuerte energía que se percibía en el ambiente. Debo ser franco y confesar que me dieron muchas ganas de dejar la cámara a un lado y participar en el taller. Padezco también de ese mal que se denomina timidez pero en aquella ocasión quise ser parte de ese grupo que de a poco estaba ganando fuerzas, quise experimentar esa liberación resultante de soltar tu ser y atrapar algún personaje distinto a ti, o inclusive el de soltar tu presente y permitirte ser niño otra vez. Le comenté mis deseos a Lucho y se emocionó; “lo ideal es que todos en el salón participen” dijo, “que nadie quede excluido del taller”. Así que eso hice (teniendo presente que en los momentos en donde mi participación fuese inactiva, nuevamente ejercería el papel de fotógrafo).



    Nos formamos en grupos de siete con una nueva actividad en mente. Cada grupo debía representar una imagen estática acerca de cualquier cosa que simbolizara a Guatemala posicionando a todos sus integrantes de manera creativa. Los otros grupos debían adivinar las imágenes representadas. Entre ellas estaban: la pirámide del Gran Jaguar (Tikal), El altar del Cristo Negro (Esquipulas), la marimba (instrumento nacional), y el volcán Santiaguito (Quezaltenango). De esta manera cada integrante de grupo se pudo percatar que por medio de formaciones específicas y estáticas o congeladas, carentes de sonido, se puede transmitir un mensaje claro. Este ejercicio nos preparó para el siguiente que se conformaba de la misma manera, con la diferencia de que ahora se ejemplificaría una problemática que afecta al país. Uno de los grupos representó un asalto a mano armada a un conductor de vehículo automotriz, el otro un secuestro en la calle, otro grupo representó una escena de desnutrición infantil, y el siguiente una tala de árboles.
    En la segunda y última etapa del taller escogimos uno de los temas de problemáticas surgidos aplicándole ciertas modificaciones: los actores voluntarios realizaríamos una representación teatral acerca de un asalto en un bus o camioneta.

Colocamos dos filas de sillas simulando los asientos de una camioneta y nos trasladamos al momento en que se encuentran el chofer y su ayudante antes de arrancar el bus. Entonces se ofrecieron dos compañeros para llevar a cabo los papeles de chofer y de ayudante. El ayudante inicia la obra viendo su reloj, luego menciona que son las 5 de la mañana, que hace mucho frío y que le tiene muy poca estima a su trabajo. Ingresa al bus y con un trapo comienza a limpiar todos los asientos sucios producto de la basura que los pasajeros dejaron el día anterior. Por supuesto, se queja de esto también. Luego entra en escena el chofer y le da un saludo bastante informal a su ayudante a pesar de que le pregunta cómo amaneció. El ayudante le confiesa que la noche anterior salió a beber unas copas con sus compañeros de barrio y que debido al desvelo y a la resaca su humor no es el óptimo. El chofer arranca el bus e Inician el recorrido hacia Quetzaltenango. A pocas cuadras se sube la primera pasajera que no deja de hablar por el celular desde que ingresa y se sienta en la última fila. Luego se sube una joven que le da los buenos días al ayudante y este le devuelve un piropo fuera de lugar mientras la observa con rostro abusivo. Otras tres damas suben en la siguiente parada con sus bolsos y collares finos y se colocan en los asientos de adelante, los últimos disponibles. Luego suben otras seis personas colocándose de pie en el pasillo del bus… “¡Esto es un asalto!”, grita el último que se subió y saca un arma de fuego. Sus dos compañeros asaltantes también hacen lo mismo y comienza el atraco. Les quitan las joyas a las damas, el celular a la que iba hablando por ese medio durante todo el viaje, a los señores les arrebatan sus carteras y sus relojes, y el líder de los delincuentes se dirige al ayudante del chofer exigiéndole el dinero recaudado del pasaje. El ayudante se opone, explicando que es dinero de su trabajo y que es para darle de comer a su familia, en fin, se niega a entregar el dinero. Se congela la imagen y finaliza la obra.
    Debido a que el objetivo del teatro del oprimido es intentar resolver los problemas puestos en escena, encontrando al menos una solución, la obra puede ser intervenida por cualquier miembro del público luego de que ésta haya sido representada. En nuestro caso, una integrante del público sugirió que el ayudante requise a los pasajeros en el momento de abordar el bus para localizar las armas con anterioridad y así impedir que suban al bus individuos armados. Al plantear esta propuesta se invitó a la compañera a realizar la representación del ayudante en la obra. Como los demás personajes no fueron modificados se retrocedió la escena poco antes de que los asaltantes ingresaran. Llegó el momento de la requisa y ocurrió que el asaltante se puso nervioso pero igualmente extrajo el arma de su bolsillo y se la apuntó al ayudante (en este caso la ayudante), quien se asustó mucho y no pudo detener a los bandidos. Todos concluimos que la solución planteada era poco fiable. Otra compañera sugirió que no se ingresaran joyas, ni artículos llamativos a los buses para al menos evitar la pérdida de objetos de valor. Otra persona también recalcó que el ayudante debía colaborar con el ladrón para no causar una escena de caos. Se repitió la escena con estos elementos modificados y, aunque el atraco se llevó a cabo, hubo más tranquilidad en los pasajeros al entregar pertenencias con menor valor, y el ayudante se mostró colaborador entregando el dinero de inmediato. Los ladrones se dieron por satisfechos y el asalto duró menos tiempo. Todos concluimos que de esta manera el atraco es menos traumático, aunque concordamos que no era la situación ideal. Intentamos buscar más soluciones al problema para poder evitarlo por completo y nos percatamos de lo complejo de su solución. Para situaciones como ésta es netamente necesaria la participación de las máximas autoridades del país, lo que frustró a todos los presentes pues sabemos que las autoridades guatemaltecas han hecho realmente poco para erradicar problemas similares durante las últimas décadas. De cualquier manera pudimos comprender que para viajar en camioneta es preciso ser discretos, evitar utilizar los teléfonos móviles, los dispositivos musicales, y en el momento de un asalto intentar permanecer calmos, y colaborar para no provocar a los maleantes.

El Teatro del Oprimido no se limita a resolver problemas dentro del tiempo establecido, deja inquietudes que suelen rebasar el ámbito del taller, y en nuestro caso no fue la excepción. Se propuso presentar esta obra a las autoridades pertinentes para que el problema se resuelva de raíz. Comprendimos que era una tarea sumamente difícil, pero siendo realmente francos, no es una tarea imposible y la visualizamos como una tarea sumamente importante para nuestra sociedad. Bajo el lema de “no hay peor lucha que la que no se hace” esperamos reunirnos de nuevo para ensayarla y continuar charlando sobre el asunto.


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